Los fines de semana dan para mucho cuando una sale al campo o a dar un paseo con los hijos. Le puedes tomar el pulso a como está la situación del respeto infantil en este país a sabiendas de que son casos aislados y reconociendo que yo también puedo encontrarme en alguna situación de "stress" que me supere y que soy la primero que, a veces, pego unos bocinazos de impresión. Quién este libre de culpa que tire la primera piedra. Y teniendo presente que no se trata de juzgar, sino de exponer que es lo que hacemos en determinadas situaciones. Al vernos reflejados, en determinadas situaciones podemos reaccionar.
El domingo, concretamente, mientras paseaba con la hija de una amiga colgada de la manduca por un paisaje idílico, de chopos amarillos, nubes grises en el cielo, verde y marrón de tierra y hierba...pude escuchar a lo lejos un llanto de niño enrabietado.
Seguí andando, oyendo la respiración de la niña que dormía en mi pecho en total quietud y seguí oyendo el llanto lejano que se iba aproximando más y más. Hasta que pude cruzarme con la situación de un niño, atado a la silla de paseo, totalmente fuera de sí, llora que te llora y que se empieza a calmar un poco, a medida que llegan a un banco donde su madre se sienta y saca algo para comer. Su padre lo llevaba, conduciendo la silla con una medio sonrisa de; "ya te cansarás de llorar".
Se para. El niño calla y la madre pregunta; "¿quieres comer?",
"nooooooooooo"- responde el niño.
"pues no te bajas de la silla"- replica la madre, "hay que comer" y sigue con su paseo, poniendose de pie y diciendole al padre que continue.
Sigo mi camino, volviendo a escuchar al niño llorar como un desesperado mientras se arqueaba totalmente en la sillla que lo sujetaba. Pude seguir oyendolo en la distancia.
Me recordó a cuando mi madre no me dejaba levantarme de la mesa sino me comía las habas (que yo odiaba y sigo odiando).
Un acto de sumisión. Yo soy el adulto, yo mando. Tú eres el niño y me tienes que obedecer cuando yo te digo que comas...puedes llorar, patalear, arquearte en la silla que te retiene, pues da igual. Terminarás aceptando lo que yo te diga pues soy la autoridad...
Me concentré en la respiración y en el calorcito que desprendía el cuerpecito de Julia y respiré profundamente para aliviar el coraje que me producen situaciones como está.
Sumate al manifiesto.
El domingo, concretamente, mientras paseaba con la hija de una amiga colgada de la manduca por un paisaje idílico, de chopos amarillos, nubes grises en el cielo, verde y marrón de tierra y hierba...pude escuchar a lo lejos un llanto de niño enrabietado.
Seguí andando, oyendo la respiración de la niña que dormía en mi pecho en total quietud y seguí oyendo el llanto lejano que se iba aproximando más y más. Hasta que pude cruzarme con la situación de un niño, atado a la silla de paseo, totalmente fuera de sí, llora que te llora y que se empieza a calmar un poco, a medida que llegan a un banco donde su madre se sienta y saca algo para comer. Su padre lo llevaba, conduciendo la silla con una medio sonrisa de; "ya te cansarás de llorar".
Se para. El niño calla y la madre pregunta; "¿quieres comer?",
"nooooooooooo"- responde el niño.
"pues no te bajas de la silla"- replica la madre, "hay que comer" y sigue con su paseo, poniendose de pie y diciendole al padre que continue.
Sigo mi camino, volviendo a escuchar al niño llorar como un desesperado mientras se arqueaba totalmente en la sillla que lo sujetaba. Pude seguir oyendolo en la distancia.
Me recordó a cuando mi madre no me dejaba levantarme de la mesa sino me comía las habas (que yo odiaba y sigo odiando).
Un acto de sumisión. Yo soy el adulto, yo mando. Tú eres el niño y me tienes que obedecer cuando yo te digo que comas...puedes llorar, patalear, arquearte en la silla que te retiene, pues da igual. Terminarás aceptando lo que yo te diga pues soy la autoridad...
Me concentré en la respiración y en el calorcito que desprendía el cuerpecito de Julia y respiré profundamente para aliviar el coraje que me producen situaciones como está.
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